¿Podemos imaginarnos una boda sin flores? Rotundamente, No.
En la antigua Roma, las novias ya adornaban sus cabezas con una corona de lirios y hojas de laurel, la costumbre de decorar las ceremonias nupciales con flores se ha perpetuado a lo largo del tiempo. Además de aportar frescura, alegría, colorido, luminosidad y de deleitar el olfato de los presentes, las flores son uno de los símbolos por excelencia del amor.
La flor de azahar evoca pureza, la rosa roja habla de pasión, la margarita despeja las dudas del corazón...
Las flores de azahar, convertidas en el siglo XIX en las flores de boda por excelencia, han perdido en la actualidad su protagonismo ante un elenco mas variado de flores, desde las clásicas rosas y gladiolos hasta las especies más exóticas y silvestres.
Aunque nos pueda parecer un elemento secundario, las flores que decorarán los distintos escenarios de ese día tan especial desempeñan un papel importante para crear la atmósfera adecuada. Además de elegir determinadas flores por su forma o colorido, también deberemos decidir cómo deseamos que se compongan los distintos diseños florales.
Debemos tener en cuenta algunos consejos, elegir una clase de flor que su durabilidad sea la adecuada para el lugar donde se coloque la composición floral, el color de la misma no deja de ser un factor importante a la hora de crear una decoración y el perfume de esta nos deja jugar con los sentidos de los invitados.
Lo esencial que la idea se ejecute con gracias y buen gusto, que el conjunto sea inolvidable para todos los invitados a la celebración.